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SLR – Capítulo 222

 Hermana, en esta vida seré la reina 

Capítulo 222: Los intereses de cada parte

Si hubiera que comparar a León III con un animal, sería con un conejo, y no sólo con uno normal: sino un conejo astuto. Siempre cavaba al menos tres trampas, y hoy no fue una excepción.

Si su primera trampa no funcionaba, sólo tenía que cavar una segunda.

—Traed al Cardenal De Mare —ordenó León III, frunciendo el ceño con disgusto y apretando los dientes.

De momento, hizo lo que quería la insolente muchacha. Compró 20.000 cántaros de grano. Y con eso, pudo evitar que el grano fuera exportado a la República de Oporto. Es decir, el resto del grano estaría en el territorio del Reino Etrusco.

Al menos ganaba tiempo, y se tomaría su tiempo para presionarla para que le diera lo que quería.

'Tengo que conseguir el grano a toda costa... Porque si fallo…'

La realidad golpeaba ahora vivamente a León III. A medida que la peste negra se extendía por todo el país, su poder administrativo real se desmoronaba poco a poco. Y la recaudación de impuestos era el mayor problema. Cuando los recaudadores de impuestos del rey visitaban cada región, a veces, se encontraban con ciudades vacías y completamente destruidas debido a la pandemia.

Bueno, si las ciudades se hubieran arruinado por causas de fuerza mayor, eso no sería un gran problema. Pero los señores feudales locales se negaron a pagar impuestos al gobierno central con el pretexto de la peste negra.

—Fallamos en la recaudación de impuestos...

—Echa un vistazo a la ciudad desmoronada. Podríamos abandonar la ciudad cualquier día de estos.

—No hay nadie en quien confiar para entregar los pagos de impuestos, y puede que les roben a mitad de camino.

—Pero yo envié el dinero. ¿No lo recibiste? ¡Dios mío! El repartidor debe haberse contagiado de peste.

Algunas regiones cerraron sus puertas y prohibieron la entrada a los recaudadores de impuestos. Ya sabían que León III no tenía poder administrativo para castigar al gobierno local.

¡Clack!

El rey rechinó los dientes. No quería admitirlo, pero Ariadne De Mare tenía razón. Si enviaba a la tropa real y robaba el grano a la "Salvadora de los Etruscos", "La Santa del Refugio de Rambouillet" o "La Madre de los Mendigos", los indigentes de la capital aprovecharían la oportunidad.

No tenía forma de averiguar si Ariadne de Mare lo hizo a sabiendas o no, pero el rey también tenía en mente que la revuelta de los indigentes de San Carlo podría contar con el apoyo de los terratenientes locales. Entonces, las cosas se saldrían de control.

'Si al menos tuviera grano para mantener a la tropa real en la capital, no, ¡si al menos tuviera monedas de oro...!'

Primero intentó persuadir a la chica para que donara voluntariamente sus provisiones, pero fracasó. Pero aunque no pudiera usar la violencia contra ella, había un sinfín de medidas que podía tomar.

'Por muy admirable que sea, sólo es la hija del Cardenal.'

León III no era la única persona preocupada por su reputación; Ariadne de Mare también se preocupaba por la suya.

'Si presiono a su padre, tendrá que ceder.'

Pero, sorprendentemente, no había muchas formas de que el Rey influyera en la joven porque su influencia se limitaba al sector público.

La muchacha no tenía título nobiliario, no pagaba impuestos por vender las cosechas de su feudo y no se dedicaba a actividades comerciales. El Rey no tenía excusa para presionarla. Y no podía participar en la alta sociedad femenina sin una Reina.

Pero cuando se trataba de su padre, la cosa cambiaba. Era un clérigo perteneciente a la Santa Sede. Técnicamente hablando, no era subordinado directo de León III, pero muchas ocasiones los unían, por lo que León III podía influir en él cuando llegara el momento. Y una vez que el Rey aprovechara la oportunidad, triunfaría en poco tiempo.

El cabeza de familia tenía el máximo poder sobre los miembros de su familia y podía obligarles a hacer lo que él quisiera. Si el rey no podía influir directamente en Ariadne, lo haría a través de su padre.

Pero algo que León III pasó por alto fue que el padre de la chica era más un hombre de negocios que su hija.

* * *

—¡Es increíble! —exclamó el Cardenal De Mare con cara de auténtica sorpresa. León III y él se reunían en privado.

—Estoy diciendo la verdad. Así que, por favor, tenga unas palabras con su hija y… —dijo el Rey.

Pero a pesar de la petición del Rey, el Cardenal De Mare se negó en el acto a cortarlo de raíz.

—Pero el dinero es la asignación privada de mi hija. No pertenece a la familia.

No rechazó la petición sin pensarlo. Por un momento, tuvo esperanzas de ser nombrado Papa en el siguiente cónclave papal respaldado por el pleno apoyo del rey etrusco. 

'Pero, ¿prestará León III todo su apoyo si digo que sí? ¿Y cuándo se celebrará el siguiente cónclave?'

Nota autor - Cónclave (originado de la palabra latina "Cum Clavis"): Un cónclave papal era una reunión del Colegio de Cardenales convocada para elegir al próximo papa después de que el papa actual hubiera fallecido. El Colegio Cardenalicio cerraba el colegio electoral para llevar a cabo una serie de conferencias hasta alcanzar la mayoría (2/3) de los votos. En las conferencias iniciales se proporcionaba comida, pero cuanto más tiempo duraba la conferencia, menos comida se proporcionaba para lograr un consenso más rápido.

Tardó menos de un minuto en concluir su respuesta: "no". El Cardenal De Mare se dio cuenta de que dedicar los bienes de Ariadne a León III no le reportaría muchos beneficios.

El Papa Ludovico era un poco mayor, pero más o menos de la misma edad que el Cardenal De Mare y estaba bastante sano para su edad. El siguiente cónclave se celebraría como muy pronto una década más tarde.

Pero, ¿retribuiría o recordaría León III su amabilidad diez años después? La conclusión final del cardenal De Mare fue que no.

—No tengo autoridad —respondió el Cardenal.

León III no podía creerle y le condenó—: Mire, Santidad. Lo que dices es que eres el cabeza de familia, pero tu familia no te trata como tal.

Para León III, significaba que el Cardenal no tenia orgullo ni respeto por él.

—Ni siquiera te estoy pidiendo que convenzas a tu mujer. Estamos hablando de tu hija. ¡Ninguna joven tiene asignación personal! Tampoco es que la dote de su difunta madre haya sido heredada. ¡La hija de un noble sólo puede obtener subsidio a través de su padre! ¡Qué vergonzoso es que ni siquiera tengas control sobre tu hija!

Pero el Cardenal De Mare era materialista hasta la médula, y sabía que el orgullo no le daría dinero.

—Majestad, no soy un noble, soy un plebeyo —respondió el Cardenal con una sonrisa indiferente. 

—Las mujeres tienen poder y mucho que decir en una casa común plebeya. Ya sea en la agricultura o en la pesca, quien gana más dinero es más poderoso.

—¿Qué? —espetó León III.

De repente se sintió mareado y se agarró la nuca. Sabía que la hija del Cardenal no era una chica corriente, ya que se atrevía a replicar al rey, pero el Cardenal no era diferente cuando se trataba de dinero. La avaricia le venía de familia.

Pero independientemente de los pensamientos de León III, el Cardenal De Mare no tenía intención de dar un paso atrás. Ya tenía suficientes quejas.

Estaba motivado para rechazar la petición de León III al instante, en parte porque no se presentaría ningún beneficio inmediato, pero otra razón era que no confiaba en él.

En los negocios, cualquier compra a crédito tenía que pagarse rápidamente, sobre todo cuando se trataba de una primera transacción, y él esperaba que también pagara los intereses a la vez.

—¿Recuerda por casualidad nuestro acuerdo? —preguntó el Cardenal, recordando a León III su acuerdo sobre el título nobiliario—. Pensaba que uno de mis hijos se convertiría en noble al menos a finales de otoño.

—¡Disculpe, Cardenal De Mare! Tenga paciencia. Debo considerar la situación general y lo que diría el público...

El Cardenal De Mare sintió un fuerte impulso de replicar que el rey debería avergonzarse de no poder controlar a su gente y a sus subordinados, pero apenas logró contenerse. A menos que quisiera ir al extranjero, debía abstenerse de cruzar la línea.

—Lo comprendo. Pero aún así, creo que debería haberme dicho al menos una idea aproximada sobre qué título nobiliario sería y cuándo se otorgaría.

León III no pudo hacer otra cosa aparte de aclararse la garganta. Había una razón clara por la que no se había puesto en contacto con el Cardenal De Mare con antelación.

El Rey quería otorgar un mero cargo de Vizconde, pero el Cardenal esperaba claramente al menos un cargo de Conde. Un título oficial de nobleza partía de un Conde. Pero León III se sentía incómodo añadiendo un cargo de Conde en la capital. Después de todo, el Cardenal no estaría de su lado incondicionalmente y sería el jefe de una nueva casa prestigiosa respaldada por el círculo religioso. Y sería una nueva familia rica que monopolizaría la industria nacional del grano.

—Mi querido Cardenal —comenzó el Rey—. Vendrá después de considerar su futura contribución-.

—¿Futura contribución? —interrumpió el Cardenal De Mare, haciendo un mohín con los labios. Se parecía a su hija—. Estoy seguro de que me he esforzado al máximo al considerar la conveniencia de San Carlo al priorizar entre Trevero y San Carlo.

Una cosa es segura: los tipos de protocolos que la Santa Sede aportaba a Etrusco eran mejores que la cantidad de donaciones enviadas por la familia real. 

N/T: Se refiere que como Cardenal él está haciendo que más de las donaciones monetarias que le corresponden de forma equitativa sean empleadas en la ciudad de San Carlo antes que en Trevero. Es importante porque ese presupuesto supera a las donaciones de la familia real en caridad cuando San Carlo no es la única parroquia que el cardenal administra.

—En nombre de la Santa Sede y como subordinado de Su Santidad el Papa, sin duda puedo decir que no fue nada fácil. Y lo más difícil que hice por Su Majestad el Rey fue...

El Cardenal De Mare miró fijamente a León III sin terminar la frase. Aunque no dijo nada más, ambos sabían lo que quería decir.

El Cardenal no se molestó en hacer una pésima amenaza como: '¿Y si se revela mi falsificación del registro parroquial del duque Césare...?'

Los dos estaban juntos en esto de todos modos. Si al Cardenal De Mare se le ocurría revelar lo que había hecho el Rey, también formaría parte de los escándalos por falsificación del registro parroquial oficial de la Santa Sede. Y ese golpe sería duro para ambos.

—Me comprometo plenamente a su futura contribución —dijo el cardenal De Mare. Dijo lo que León III quería oír, pero no parecía que lo dijera en serio, y el Rey también se dio cuenta—. Pero le pido amablemente que llegue a un acuerdo provisional.

El Cardenal quería decir que el Rey debía conceder el título antes de discutir la transacción del grano.

—Hablaré con mi hija a principios de invierno —leofreció el Cardenal—. Pero me temo que habrá menos suministros para cuando llegue el invierno.

Era una amenaza de que cuanto más se retrasara, menos suministros habría. León III chasqueó la lengua. Ya veía de dónde sacaba su hija sus estrategias comerciales.

—Tengo una cita pronto. ¿Me permite que me vaya? —preguntó el Cardenal, mirando a León III con sus ojos verdes—. Por favor, no dude en llamarme cuando quiera. Estaré encantado de acudir.

'¿Cómo se atreve a pedir marcharse antes de que yo se lo pida? ¡No es diferente de su altanera hija! Ella es su viva imagen.'

—Ah, y… —añadió el Cardenal. León III no estaba de humor para responder y miró con desdicha al Cardenal De Mare—. Sobre el asunto del Refugio de Rambouillet del que me habló nada más llegar....

León III había iniciado la conversación sobre el refugio de Rambouillet para romper el hielo. También era una excusa para su encuentro privado.

La difunta Reina había supervisado la institución, pero tras su fallecimiento, no había nadie que administrara el albergue. Por ello, el Rey preguntó si una parroquia etrusca de la Santa Sede podría hacerse cargo y supervisar el albergue, ya que eran los siguientes en la lista de prioridades, ayudar a los indigentes.

—Ahora que lo pienso, estamos sobrecargados de programas de ayuda a indigentes bajo nuestra exclusiva administración. Así que me temo que no podremos ocuparnos del Refugio de Rambouillet.

Al principio de su conversación, el Cardenal De Mare no declinó en el acto, ya que no sabía cómo se desarrollaría el asunto, y se limitó a decir que "pensaría las cosas".

Pero cuanto más pensaba en su conversación, más se avergonzaba del Rey. Si su hija decidía abandonar el proyecto, el Refugio de Rambouillet funcionaría con cargo al presupuesto real, pero el Rey simplemente no quería gastar dinero en él y, en cambio, intentaba transferir su responsabilidad a la Santa Sede.

—Estamos en tiempos de caos y sobrecargados de asuntos de ayuda a los pobres... Estoy seguro de que lo entenderá.

El uniforme blanco oficial del Cardenal ondeó al levantarse de su asiento. Se despidió según el decoro de la corte antes de marcharse, pero incluso el gesto cortés le pareció antiestético al Rey.

¡Sigh!

En cuanto el Cardenal De Mare se marchó, León III suspiró para dejar salir su disgusto.

La gente pensaba que el Rey podía hacer lo que quisiera, pero se equivocaban. Los que lo envidiaban tenían que estar en su lugar. Sólo entonces comprenderían por fin lo equivocados que estaban.

* * *

Cuando el Cardenal De Mare regresó a casa, pensó que ahora era el momento de arreglar las cosas con su segunda hija.

Sabía, por rumores de la alta sociedad, que ella poseía un patrimonio considerablemente elevado. Pero no creía todo lo que decía el círculo social. Bastaba una brisa fresca para que la alta sociedad exagerara diciendo que este invierno sería el más frío de la historia.

Y él no era el tipo de persona que interrogaría de cerca a su hija sobre cómo había conseguido el capital inicial y cómo ganaba tan altos rendimientos como un recaudador de impuestos sólo porque había oído algunos rumores. Como ya tenía suficiente dinero, hasta ahora no se preocupaba por la paga de su hija, pero nunca imaginó que fuera tan rica como para estimular al Rey. De ser así, esa era otra historia.

'No habría podido reunir el capital inicial sin la ayuda de los bienes de la casa.'

No era su intención, pero le había proporcionado el capital inicial para el negocio y era su padre. Pensó que era justo que sus rendimientos se transfirieran parcialmente a la propiedad de la casa.

Él la había protegido del odioso Rey.

Pero se preguntaba si Ariadne se había enriquecido por su cuenta sin tocar la propiedad familiar. El Cardenal De Mare era más progresista que los padres típicos de la época, pero aún así, daba prioridad a la propiedad familiar.

'Lo mejor que puedo hacer es convertir mi hogar en un lugar noble con el título de Conde antes de morir…'

Pero hoy había tenido un conflicto con el Rey, así que era mejor no hacerse muchas ilusiones, ya que era poco probable que Su Majestad regalara un título de Conde con un feudo. Y el Rey no era de los que lo hacían.

Pero aunque concediera un título sin feudo... No, incluso si fingiera que nunca hizo tal oferta...

'¡Si nos hacemos asquerosamente ricos, podremos comprar uno!'

Podían comprar un feudo, y él podía concertar un matrimonio entre Ippólito y la hija única de un señor feudal caído en desgracia a la que transmitiría un feudo. Mientras la dote de la novia fuera alta, todo era posible.

Pronto, sus sueños de toda la vida se harían realidad. Serían una familia de condes con un increíble feudo. Y en el centro del feudo estaría la insignia de un delfín azul decorando su mansión. Y la familia De Mare sería noble en las generaciones venideras. Las manos del Cardenal De Mare empezaron a sudar de emoción cuando estos increíbles pensamientos cruzaron su mente.

Pero poco sabía que su hija también estaba dispuesta a negociar con su padre.

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