SLR – Capítulo 220
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 220: La hija del Cardenal
León III no tardó en llamar a Ariadne. Ariadne había preparado algunas cosas antes de que el rey la llamara. Menos mal que se preparó de inmediato, porque León III la llamó en menos de un parpadeo.
Apenas consiguió prepararse a tiempo antes de entrar en el Palacio Carlo.
—Mi señora —dijo León III con una sonrisa benévola e hizo un gesto con la barbilla al sirviente. En ese momento, el sirviente real corrió rápidamente a la mesa y sirvió té en la taza de Ariadne.
—Creo que es la primera vez que una joven adolescente como tú entra en mi lugar privado —dijo el Rey.
—No puedo sentirme más honrada —dijo Ariadne.
El lugar donde se sentaba Ariadne era el estudio privado de León III. Era su espacio personal. Incluso a la duquesa Rubina rara vez se le permitía entrar.
Una vez llena la taza de té, el Rey señaló al criado con la barbilla para que se marchara.
—Colecciono estos libros desde que era pequeño. La mayoría tratan sobre las disciplinas de la realeza y los principios de la administración del Estado.
Ariadne se volvió para mirar los libros de las estanterías. La colección en sí era buena. Y los libros estaban limpios, probablemente porque las criadas reales les quitaban el polvo todos los días. Pero una mirada más atenta le dijo que los libros no se tocaban. Era evidente que el rey sólo los coleccionaba.
—La valiosa literatura debe ser de donde sacáis vuestros profundos pensamientos y consideraciones, Majestad el Rey —se burló Ariadne.
Pero, ajeno a su intención, León III soltó una carcajada sincera y satisfecha.
—La fidelidad es la base de una nación. Es decir, el sacrificio y la contribución del pueblo forman la base de un Estado —el rey miró a Ariadne con ojos profundos pero amistosos—. He oído que el público te llama la "Salvadora de Etrusco".
Ariadne frunció el ceño en secreto. El rey León III no toleraba desafíos a su autoridad. Eso habría sonado desagradable a sus oídos.
—No soy más que una chica sencilla y soltera. Soy joven, ignorante y ni siquiera he recibido educación formal. Con frecuencia trabajaba como voluntaria en el refugio establecido por la caridad real, allí hice amigos. Sentí lástima por ellos y les di algo de comida por bondad —dijo Ariadne humildemente. Se postró en el suelo. Sería estúpido por su parte enfrentarse a alguien más poderoso que ella por su ego—. Por eso los halagos abrumadores me hacen sentir extremadamente incómoda. Por favor, castigue estrictamente a los que dicen cosas tan ridículas, Su Majestad el Rey.
—Lo entiendo. Podrías sentirte incómoda. Podría ser demasiado para una chica joven —dijo el Rey.
'Bueno, así que voy a señalar a los rebeldes que desafiaron la autoridad de León III y expresar mi acuerdo en que merecen castigo. Caso cerrado. Sólo quiero ir a casa, dulce hogar. Envíame a casa', murmuró en su interior.
Pero justo en ese momento, Leo III dijo algo totalmente inesperado.
—¿Pero no es difícil contribuir sin algo a cambio?
—¿Perdón? —replicó Ariadne.
—Distribuyo recursos para recompensar a mis leales súbditos como Rey. En algunas ocasiones, son alimentos, otras, monedas de oro, y en otras... la concesión de un cargo o título nobiliario.
Ariadne no supo qué quería decir León III con aquello y expresó mecánicamente su gratitud.
—Recuerdo la ocasión en que recibí un regalo real de Su Majestad el Rey en nombre de Su Majestad la Reina Margarita. Esto es personalmente un gran honor-.
—No. No —la interrumpió Leo III—. Eso no es nada. Olvídate de eso —León III movió el dedo—. Puedo enviar gemas a cualquier lugar, cuando quiera. Y si el destinatario vive en la capital, es aún más fácil de entregar. Pero, ¿y si tengo que enviar víveres y distribuirlos uniformemente a todos los súbditos del país?
León III parecía un poco cansado.
»Las cosas no siempre salen como yo quiero. La donación real se pierde a medio camino antes de llegar al destino final a mis objetivos previstos. Y… —el rey miró a Ariadne con ojos profundos—. El grano no es nada cuando se trata de conceder un título nobiliario o un cargo. Eso es lo más difícil.
Ariadne no entendió lo que decía León III y ladeó la cabeza.
—Pero conceder un título nobiliario de posición apunta a un objetivo concreto, ¿no?
No habría problemas con la entrega por eso.
—Por supuesto, se determina un objetivo específico para la concesión de un cargo o título. Pero determinar el objetivo... no es fácil —entonces el Rey añadió—: Digamos que... Convierto a un comerciante al azar en noble. Camino por las calles de Campo De Speccia, elijo a un vendedor al azar y declaro: "A partir de ahora, este hombre es conde". La gente no aguantará eso.
—No será fácil —aceptó Ariadne.
—Por eso, para conceder un cargo o título, el momento tiene que ser el adecuado. Si concedo un título en momentos inadecuados, la persona recompensada se enfrentará a difíciles consecuencias.
Y el ejemplo más reciente fue el duque Césare Pisano.
—Como mi amado hijo...
Ah, así que Leo III también lo sabía. Ariadne no estaba en condiciones de meter las narices en aquel asunto, así que permaneció en silencio con una sonrisa forzada en el rostro.
—Pero el caso más difícil es cuando existen varios candidatos para un mismo título.
'¿Por qué? ¿Está hablando de elegir a su sucesor? ¿Pero por qué me habla de eso?'
Desconcertada, Ariadne miró a un lado y a otro. El rey continuó con su historia, pero ella no sabía qué quería decir.
—En términos de linaje y posición, el primer candidato está cualificado, pero en términos de logros y realizaciones, lo está el segundo. Entonces, ¿a quién debo conceder el título?
Era una pregunta difícil de responder. Normalmente, Ariadne pensaba que la recompensa debía ser para el segundo, pero eso sonaría como si estuviera defendiendo a Césare. No creía que fuera necesario otro candidato como Césare cuando Alfonso era el Príncipe legítimo y estaba cualificado al mismo tiempo. Pero no tenía intención de hablar del sucesor del Rey delante de él.
—Yo... creo que vuestra decisión sería la mejor, Majestad el Rey —dijo Ariadne en tono cortés, pero en realidad quería decir: "Haced lo que queráis. Yo me ocuparé de mis asuntos."
Parecía que León III tampoco esperaba que Ariadne expresara su opinión sobre su sucesor.
Afortunadamente, no la presionó más y continuó.
—Lo siento mucho. Si los logros del segundo candidato están por las nubes, el título será para esa persona en lugar del primer candidato. Pero al segundo puede faltarle un elemento menor, extremadamente menor. En esos casos, quiero hacérselo saber a esa persona.
'Espera un momento. El Rey no está hablando de su sucesor.'
Ariadne miró al rey con pensamientos complicados.
En ese momento, León III miró a Ariadne directamente a los ojos y le dijo—: Le prometí a tu padre que le concedería un título nobiliario.
Ariadne miró sorprendida a León III con los ojos muy abiertos.
—Supongo que es la primera vez que lo oyes —dijo Leo III, riendo entre dientes.
—Pero por lo que yo sé, a un clérigo no se le puede conceder un título nobiliario. Pero, ¿cómo podría concedérsele uno al Cardenal De Mare, mi padre? —Ariadne preguntó.
—Tienes razón. Un clérigo no puede recibir un título. Pero… —León III miró a Ariadne con ojos profundos, pero, de alguna manera, parecía que estaba disfrutando—. El título no se puede conceder al Cardenal, así que dijo que lo traspasaría a uno de sus hijos a finales de este año. Ya casi es la hora.
En cuanto Ariadne oyó eso, comprendió por qué su padre había sido recompensado con el título.
—Supongo... que el título fue conferido por la cooperación de mi padre en la sucesión del título del Duque Pisano.
Por supuesto, lo que hizo el Cardenal De Mare fue falsificar su árbol genealógico, pero no podía decirlo en voz alta.
—¡Brillante como siempre! —León III aplaudió para elogiarla por múltiples razones—. Si no fueras mujer, te habría colocado en un puesto importante. Lo lamento —el Rey rió con ganas—. Cuando tu padre y yo acordamos el derecho, naturalmente pensé que conferiría el título a su hijo mayor.
Sus ojos azul agua, del mismo color que los de Césare, miraron fijamente a los de Ariadne. Cuando Ariadne miró a León III a los ojos, pensó que los suyos eran del mismo color pero más turbios. Sería por el envejecimiento, o...
—Y teniendo en cuenta que el Cardenal no te dijo nada, debió tener la intención de conceder el título también a su hijo mayor —agitó la mano y añadió—: Por supuesto, es sólo una corazonada. No te pelees con tu padre sólo por la corazonada de un viejo. Lamentaría mucho romper la paz de una familia.
Incluso ahora, Ariadne se daba cuenta de lo egocéntrico que era León III. Una familia se rompería o se mantendría unida independientemente de lo que él hiciera. Si la casa De Mare se desmoronaba a causa de este incidente, sería por el karma del Cardenal, no porque el rey interfiriera.
—Pero sabes —continuó el Rey—. Lo siento mucho porque un candidato tan cualificado está sentado frente a mí —miró a Ariadne y le dijo—: Tú contribuíste a exterminar la pandemia en San Carlo y estás administrando ayuda a los indigentes. Aunque dijiste humildemente que sólo ayudabas al Refugio de Rambouillet, sé que también proporcionaste alimentos a Commune Nuova.
Ariadne bajó la cabeza.
—Si te confiero un título nobiliario, sería aceptable para todos. Pero si se lo concedo a tu hermano, la capital volvería a tener dificultades para aprobarlo, ¿no te parece?
Ippólito no tenía logros. Más bien, su madre biológica sacrificó su vida para evitar que su escándalo se extendiera por todas partes. Si la ceremonia de concesión de un título a Ippólito surgía de la nada, la capital pensaría con toda seguridad que el rey y el Cardenal De Mare habían tramado algún tipo de corrupción. Y esa estafa estaría relacionada con el reconocimiento de Césare como sobrino del Rey.
—Pero ya sabes —continuó el Rey—. Todo es notable, excepto por una pequeña cosa.
Leo III miró a Ariadne con los ojos entrecerrados. —No me mostraste lealtad, sólo ayudaste a la gente que querías como... a tu libre albedrío.
Estaba a punto de decir "de forma rebelde", pero rápidamente lo cambió por "según tu libre albedrío".
—¿Podrías decirme cuál es tu excusa?
—Por favor, dígame sus sinceras intenciones... —le pidió Ariadne con la cabeza gacha.
—Contribuye con tus provisiones de grano a la nación.
Ariadne no se movió ni un milímetro. León III no estaba seguro de si la chica que tenía delante estaba asustada o si la codicia pudo con ella.
Así que añadió—: Me encargaré de tu proyecto de ayuda a nivel nacional.
Estaba tan seguro de sí mismo. Todo lo que tenía que hacer era convencer a la chica de dieciséis años. Su padre no parecía apreciarla y era un simple clérigo. No era un gran noble ni el comandante de una gran fuerza que pudiera amenazar su autoridad.
Convencería a la joven ignorante para que hiciera lo que él quisiera. Estaba seguro de que funcionaría.
—El grano...
Ariadne levantó lentamente la cabeza. Su pelo negro le despeinaba las mejillas y sus profundos ojos verdes miraban fijamente a los de León III.
León III se dispuso a hacer un torrente de cumplidos a la muchacha.
—Sí, el grano. El grano es el fundamento y la base para mantener al pueblo.
Pero lo que salió de la boca de la extraordinaria muchacha fue totalmente inesperado.
—¿Cuánto espera pagar por ello?
—¡¿Qué?!
Tooooomaaa xDDD
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