SLR – Capítulo 145
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 145: Lo que quiero
Ariadne intentaba mantener el rostro sereno, pero por su cabeza corrían afanosamente todo tipo de pensamientos. No había esperado nada de la Reina, pero después de que Su Majestad la hubiera defendido a ella y a Alfonso de la violencia, sus esperanzas debían haber aumentado.
—Yo…
Ariadne había deseado claramente convertirse en princesa y futura reina al principio. Su corona de oro había sido robada por Isabella delante de sus ojos en su vida anterior. Quería vengarse, y Alfonso no era más que un instrumento para conseguirlo.
Pero de un tiempo a esta parte, Alfonso se había apoderado de su corazón. Su inquebrantable benevolencia y consideración y sus amables ojos azules le robaron el corazón. Y, como un perfecto caballero, nunca se dejaba vencer por su mal genio.
Además, su madre, la reina Margarita, era tan gentil y maternal. Quería agradarle a la Reina, que pensara que era apropiada para su hijo. Y quería pagarle por su amabilidad. Quería devolverle la cantidad exacta. Quería estar al mismo nivel que Alfonso y la reina Margarita. Quería ser tan excelente como ellos.
Ariadne continuó:
—No quiero nada....
¿Pero decía la verdad? Quería estar al lado de Alfonso. Quería sentir su calor y su alma para siempre jamás. Pero no mentía. Las palabras que decía eran ciertas de alguna manera.
—Sólo intento hacer las cosas bien.
'Y lo haré salvando tu vida y haciendo que el Príncipe Alfonso ascienda al trono.'
—No mentiré. Si alguien me pone una corona sobre la cabeza y me nombra princesa, no declinaré la oferta. Porque quiero serlo. Pero ése no es mi objetivo número uno. —dijo Ariadne con franqueza.
La reina Margarita miraba a Ariadne con ojos misteriosos. Esto la intimidó un poco, pero Ariadne se serenó. En realidad, no habría nadie alrededor que entendiera sus pensamientos internos a través de sus rebuscadas palabras. Después de todo, no había lectores de mentes en el mundo.
La reina Margarita respondió lentamente:
—Veré cómo lo haces.
Ante las palabras de la reina, Ariadne declaró sin vacilar:
—Por favor, prométame que lo hará, Majestad. Estoy segura de que no se arrepentirá.
* * *
—¿Qué? —chilló el Gran Duque Eudes.
El Gran Duque se puso furioso cuando el enviado de menor rango le entregó el informe confidencial del Conde Revient.
—¡La envié allí para hacerla Princesa de un reino y se casara! ¡¡No para que se meta en grandes problemas!!
Leyó el informe una y otra vez, pero, por desgracia, las palabras no cambiaron ni un ápice.
[La Gran Duquesa Lariessa pidió al Duque Mireiyu que matara a la segunda hija del Cardenal De Mare.
Durante ese proceso, el Duque Mireiyu fue asesinado.
Existen pruebas escritas de que la Gran Duquesa Lariessa contrató al Duque Mireiyu para matar a una noble dama. La prueba escrita es un acuerdo, más bien una breve carta.]
—¿Está loco ese Duque? ¡¿Por qué ha decidido hacer algo así?!
El Gran Duque Eudes estaba a punto de volverse loco.
—No, en realidad, es mejor así. ¡Intentaba tenderle una trampa a mi hija! Pero como está muerto, no puede hacer nada.
Preguntó al enviado que había venido como mensajero.
—¿Sabes qué ha pasado con las pruebas escritas?
—Su Señoría, no tengo conocimiento de lo que pasó con las pruebas escritas. —dijo el enviado de menor rango.
—Para notificarle sobre la situación, nuestros enviados revisaron cada parte del cuerpo y pertenencias del Duque Mireiyu pero no pudieron encontrarlo.
Bueno, eso era algo bueno, al menos. Una vez que ese maldito acuerdo escrito fuera encontrado, significaría el final de su hija.
—¡No me digas que esto ha sido comunicado al Palacio de Montpellier, ¿verdad?!
Si León III descubría las pruebas escritas, el Gran Duque Eudes y el Reino Gallico no podrían ayudar a Lariessa aunque estuviera detenida en las celdas del Reino Etrusco.
Y una vez que Filippo IV supo de la evidencia. ¿Quién sabe lo que hará para evitar el ataque de León III?
Eudes sabía que Filippo IV sacrificaría a Lariessa y contrataría a un asesino para matarla antes que verse sometido a condiciones diplomáticas desfavorables debido a la revelación de las pruebas escritas. Entonces, Su Majestad haría que el Reino Etrusco asumiera la culpa.
—El Conde Revient hizo un trabajo bien hecho —dijo el enviado—. Afortunadamente, ningún hombre de la facción del duque Mireiyu conocía esta carta. No obstante, el Conde Revient los vigiló de cerca para evitar que contactaran con Montpellier.
Justo en ese momento, apareció el secretario del Gran Duque Eudes y le entregó un fajo de gruesos pergaminos.
—Su Señoría, se le ha enviado un documento. Es una carta confidencial enviada en secreto desde el Reino Etrusco. —notificó el secretario.
El Gran Duque Eudes frunció el ceño, cogió el manojo de pergamino y preguntó.
—¿Es de Su Majestad León III?
Eudes no esperaba que León III le escribiera, pero si la carta era de Etrusco, el rey era el único que se le ocurría.
—Me temo que no, Su Señoría. Es de su prima segunda, Su Majestad la Reina. —respondió el secretario.
El Gran Duque Eudes rasgó el sobre de la carta de la Reina Margarita con una mirada muy dubitativa. Eran primos segundos, pero apenas se hablaban.
El Gran Duque Eudes leyó la carta y no podía creer lo que acababa de leer.
Con cara de pánico, chilló.
—¡¿Cuáles son las últimas noticias de Etrusco?!
—Aunque los hechos no han sido confirmados, según un espía de un cuerpo religioso, los rumores dicen que el Reino Etrusco atacará ferozmente y hará que nuestro reino Gallico cargue con la culpa de la muerte del Duque Mireiyu.
El Gran Duque Eudes volvió a ojear el pergamino que tenía en las manos y gritó—: ¿Desviar la culpa a nuestro reino? ¡¿Por qué?!
—Aún no conozco bien los detalles… —dijo el secretario.
Eso hizo que Eudes se preocupara mucho, temiendo que la culpabilidad de su hija ya hubiera sido revelada.
—¿Cuándo escribió esta carta? —exigió el Gran Duque—. ¡¿Acaso la Reina Margarita fue tan bocazas y le contó a León III la fuente de la prueba escrita?!
Lo que el arzobispo de Montpellier tenía como indicio al indicar que Estrusco culparía al reino gallico era "el duque Mireiyu actuó como un espía en el palacio de otro reino" pero nada de eso le importaba al Gran Duque Eudes.
El Gran Duque Eudes se levantó de su asiento.
—No podemos quedarnos aquí sin hacer nada. ¡Tenemos que reunirnos con Su Majestad Filippo IV ahora mismo!
—Prepararé el carruaje, su señoría. —dijo obedientemente el secretario.
—¡Tengo que hacer que Lariessa regrese inmediatamente! —dijo el Gran Duque, decidido.
Sí, se había metido en un buen lío, pero seguía siendo su hija biológica.
—Su reputación será difamada cuando se corra la voz de que no consiguió casarse con el Príncipe de nuestro país vecino, pero eso es cien veces mejor que estar entre rejas en un país extranjero.
—Por supuesto que sí. —convino el secretario.
Un criado entró apresuradamente en la habitación y notificó:
—El carruaje ha sido preparado.
—Vamos. —ordenó el Gran Duque Eudes.
* * *
La Gran Duquesa Lariessa se encerraba en su habitación y se negaba a dar un paso fuera. Se saltaba las comidas y apenas dormía.
'¿Y si todo el mundo sabe que el duque Mireiyu murió por mi culpa?'
No se levantó de la cama ni bien pasado el mediodía, fantaseando con la peor situación con el rostro pálido.
—Gran Duquesa Lariessa.
Alguien la llamó desde fuera de su habitación. Era el Conde Revient. Lariessa no respondió.
El Conde Revient parecía acostumbrado porque siguió diciendo lo que tenía que decir sin pestañear.
—Tenemos órdenes de nuestro país de origen.
Los ojos de Lariessa se abrieron de par en par. 'Así que ha llegado el momento... ¿Qué decisión han tomado mi padre y Su Majestad Filippo IV? ¿Me habrán abandonado...?'
—Su orden es de regresar. —continuó el Conde.
Lariessa temblaba bajo las sábanas. Por primera vez en diez días, respondió al conde Revient en voz alta. Su voz era ronca y un desastre.
—¿Qué... quieres decir?
—Su Majestad Filippo IV ordenó que se suspendieran las negociaciones matrimoniales y que por ahora regresáramos a casa. —le aclaró el conde Revient.
Lariessa no pudo controlarse. Pateó las sábanas y corrió hacia la puerta. Cuando la puerta se abrió, el Conde vio a Lariessa. Tenía ojeras y estaba muy delgada.
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—¡Ya lo sé! ¡Lo que necesito saber es el significado que hay detrás! ¿Significa eso…? ¡¿Significa que no podré casarme con el Príncipe Alfonso?! —gritó Lariessa.
Después de que la Gran Duquesa Lariessa le trajera graves problemas a ella y a su reino, el Conde Revient se negó a congraciarse con ella.
Con voz cortante, dijo:
—Es sólo una suspensión temporal. En nuestro país no se especificó si se había roto la negociación.
Ante la respuesta del Conde Revient, Lariessa se lamentó.
—¡Eso significa que la negociación es historia! He venido hasta aquí, a una tierra extranjera, y he residido en el palacio real de un extraño durante casi medio año. ¿Pero me dices que vuelva a Gallico con las manos vacías? ¡No puedo hacer eso! No si mi vida depende de ello.
—Las órdenes son de Su Majestad el Rey. —dijo el Conde en voz baja.
El Conde Revient estuvo a punto de gritar "Si supieras la suerte que tienes, idiota! ¡Sé agradecida!" Pero rápidamente se serenó.
El Gran Duque Eudes hizo sacrificios políticos extremos para traer a su hija de vuelta a su país natal.
Filippo IV había recibido información del espía según la cual el reino etrusco culparía al reino gallico de la muerte del duque Mireiyu. No era propio de él, que solía reaccionar con sensibilidad ante las ventajas y desventajas políticas.
El Gran Duque Eudes tuvo que renunciar a su alta reputación de ser "la casa noble más amistosa con la autoridad real" para evitar la difamación de la reputación de su reino -bueno, para salvar la vida de su hija- e hizo un escándalo, insistiendo en que esta negociación no debía continuar. Filippo IV no tuvo más remedio que dar un paso atrás, ya que necesitaba desesperadamente al Gran Duque Eudes para diversos asuntos internos. De mala gana, declaró la suspensión temporal de la negociación y ordenó a la delegación que regresara a casa.
'Las pérdidas fueron inmensas, incluso para Su Majestad Filippo IV.'
Filippo IV no podía permitir que la delegación regresara a casa con las manos vacías. Después de todo, el Duque Mireiyu fue asesinado. Insistió en que el Reino Etrusco enviara al soldado que le quitó la vida al Duque Mireiyu bajo cualquier circunstancia. Esto fue un tira y afloja por el orgullo.
Tras muchas dificultades y discusiones, el reino etrusco decidió dar un paso atrás y ceder a la petición de Gallico sobre el envío del señor Elco, presunto asesino del duque Mireiyu. Estaba previsto que fuera llevado a Gallico junto con los enviados de la delegación.
Si el Duque Mireiyu había cometido un crimen, Gallico no tenía justificación para llevarse a Elco, pero no había pasado mucho tiempo desde que el Rey de Gallico había ascendido al trono. Tuvo que llevarse al caballero etrusco como fuera para salvar la cara, lo que situó a Gallico en una posición desfavorable en las negociaciones. Como resultado, el reino de Gallico propuso reducir a cambio los impuestos para el comercio transfronterizo del 80% al 65%. Esto supuso una inmensa pérdida monetaria.
'Esta vez, el Gran Duque Eudes cumplió su deseo. Pero cuando llegue el momento, Su Majestad el Rey lo vengará del duque cueste lo que cueste.'
El conde Revient miró con ojos fríos a la Gran Duquesa blanca como la masa, furioso por haber molestado enormemente a su señor. Lariessa se estremeció inconscientemente ante la mirada de desprecio de su subordinado.
—Nos vamos mañana. Ordena a las criadas que hagan las maletas. —dijo el Conde.
—¿Mañana...? —preguntó Lariessa con incredulidad.
—Lo mejor sería ir hoy, pero hay demasiada gente y habrá que prepararse, por eso iremos mañana por la mañana. No tenemos tiempo que perder. Tenemos que cruzar la frontera lo antes posible. —explicó el conde.
Lariessa quiso intentar una vez más disuadirle, pero se dio cuenta de que era inútil y bajó la mirada con desgana.
—De acuerdo... —respondió de mala gana.
El Conde Revient asintió con la cabeza y abandonó la sala.
La Gran Duquesa Lariessa se desplomó en el suelo de la habitación y se quedó un rato mirando al vacío.
'La muerte de su hermana Susanne había creado su oportunidad. Tuvo la suerte de conocer a su príncipe azul perfecto. Pero lo echó a perder con sus propias manos. Lo echó todo a perder.'
—¡No! —gritó Lariessa.
Gritó de repente mientras se agarraba y tiraba violentamente del pelo. Se dio cuenta de los susurros procedentes de las damas que la esperaban al otro lado de la puerta, pero Lariessa estaba demasiado obsesionada con su miseria como para preocuparse.
—¡Esto no está pasando! ¡ESTO NO ESTÁ PASANDO!
Irá a reunirse con el Príncipe dorado y escuchará su versión de la historia.
'Quizá me cuente los detalles. Quiero decir, él no me odiaría tanto de verdad. Podría estar arrepentido después de decir todas esas malas palabras. Podría confesar que sólo había jugado con la hija bastarda del Cardenal y quería que yo fuera su esposa. No soy una farsante, después de todo. Soy noble de verdad.'
—¡Criadas! ¡Criadas! —Lariessa llamó a las doncellas del vestido y gritó órdenes—. Preparen mi vestido. Ahora.
Las doncellas se inclinaron, temerosas de que pudieran hacerles daño, y prepararon rápidamente tres vestidos para que Lariessa eligiera. Lariessa eligió el más extravagante. Luego, se secó las lágrimas de las comisuras de los ojos y eligió el maquillaje, las joyas y los accesorios a juego con el vestido.
—Voy a reunirme con el Príncipe.
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Pero esta tipa (Lariessa) no aprende. Puff!!
ResponderBorrarHay esta vieja no entiende que el príncipe ya tiene asuntos más importantes pero será interesante ver la confrontar su realidad ojalá se bese con si amada en frente de lariesa
ResponderBorrarAlfonso castigala con el látigo de tu indiferencia
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