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SLR – Capítulo 103

Hermana, en esta vida seré la reina

Capítulo 103: La promesa del futuro 


Alfonso pretendía que le concedieran una audiencia con su madre y su padre, pero el Rey tenía otros planes. León III dijo que pasaría tiempo con la Condesa Rubina ya que hoy era su cumpleaños.

—Alteza, siento mucho decirle que hoy no es el día…—dijo Delphinosa, el secretariao de León III, con la cabeza gacha—. Mis disculpas, Alteza.

Alfonso dejó escapar un suspiro y miró al cielo. 

—No es culpa vuestra. De acuerdo, trataré este asunto con madre primero y lo consultaré con padre cuando regrese.

'Cierto, hoy era el cumpleaños de la Condesa Rubina.'


Césare no se perdía el cumpleaños de la Reina Margarita, pero Alfonso siempre se olvidaba del cumpleaños de la Condesa Rubina. Su actitud relajada provenía de ser el hijo legítimo del Rey.
Pero aunque era el Príncipe legítimo, no podía ver a su padre cuando éste pasaba tiempo con su amante.

Así que Alfonso decidió visitar a su madre. Su madre estaría de mal humor con el corazón de su marido robado por otra mujer, así que quiso hacerle compañía y consolarla de paso. Se dirigió hacia el palacio temporal de la Reina dispuesto en el palacio de invierno de Harenae.

—Madre. —llamó el príncipe Alfonso.

Alfonso tenía que programar previamente sus visitas al palacio del Rey, pero podía acudir libremente al palacio de la Reina en cualquier momento sin necesidad de concertar citas. Así de fuerte era el vínculo materno-filial entre él y su madre.
Como haría cualquier otra madre, la Reina Margarita siempre estaba disponible para su hijo cuando éste la necesitaba.

—Mi Alfonso. Me enteré de que estabas enfermo. Estaba muy preocupada, hijo mío. —dijo la reina Margarita, preocupada.
—Estoy bien, madre. No hay nada de qué preocuparse. —la tranquilizó el Príncipe.

Alfonso se dejó caer junto a la reina Margarita, que se calentaba frente a la chimenea. Parecía tener la garganta seca porque no paraba de engullir agua tibia con un trozo de cidra encima.

—Madre, no estuve enfermo. Fui a San Carlo. —confesó Alfonso.
—¡¿Qué? ¿Es eso cierto? —preguntó la reina Margarita conmocionada.
Calculó rápidamente los días que su hijo había estado ausente y preguntó: —¿Pero cómo has podido volver tan pronto?

Alfonso sonrió ampliamente y dijo: 

—Porque no sólo soy tu hijo responsable y orgulloso, sino que soy el mejor jinete de San Carlo.
—Eso es asombroso, Alfonso. 

La reina Margarita tenía una corazonada sobre por qué su hijo había ido a San Carlo, igual que antes había hecho el secretario Bernardino.
Pero decidió dejar que su hijo se lo contara primero en lugar de preguntárselo directamente. Esperaba que reflexionara una vez más sobre lo que tenía que decir y se rindiera antes de soltar las palabras por la boca.
Pero sus esperanzas se desvanecieron cuando su hijo articuló directamente sus pensamientos sin pensárselo dos veces.

—Madre —empezó Alfonso—. Quiero declinar la propuesta de matrimonio nacional con el Reino de Gallico.

La reina Margarita guardó silencio un momento. Tras una breve pausa, preguntó: 

—¿Es por ella?

Ante su pregunta, su hijo volvió a responder sin vacilar. 

—Sí.
—Alfonso, ya hemos hablado de esto-.
—Es cierto que quiero que Ariadne sea mi Reina —interrumpió Alfonso—. Pero no es sólo ella lo que me hace estar en desacuerdo con formar alianzas con Gallico a través del matrimonio.
—¿Entonces qué es?

Alfonso respiró hondo y contestó: 

—La paz que se consigue pidiendo clemencia dura poco.

La reina Margarita miró a su hijo con sorpresa ya que la respuesta no era la que ella esperaba. Pensaba que su hijo pondría en jaque la falta de virtudes de la Gran Duquesa Lariessa. Incluso Margarita consideraba a Lariessa altiva, grosera e ignorante, a diferencia de su primera impresión que fue buena.

—¿Eh?

—Aunque roguemos al Reino de Gallico que nos suministre cañones y pólvora, sólo serán generosos cuando quieran —la persuadió Alfonso—. Por ejemplo, la fórmula de proporción de la mezcla de Gallico sigue siendo alto secreto.

El Príncipe miró a su madre a los ojos. 

Episodio-103-En-esta-vida-soy-la-reina

—Si usamos cañones para resistir contra el Reino de Gallico, la nación cortará los suministros de pólvora al instante. Nuestros entrenados ejércitos no servirían de nada sin suministros de pólvora y se convertirán en un elefante blanco. Y aún hay más.

Alfonso añadió: 

—Aunque utilicemos los cañones para luchar con Asseretto, no con el Reino de Gallico, Gallico dejará de suministrar pólvora siempre que no estén contentos con la situación o el estado de las cosas. Si seguimos así, las cosas no cambiarán. A menos que asfixiemos al Reino de Gallico con la fuerza de nuestro ejército, tendremos que depender de estrategias diplomáticas como ahora.

Con voz persuasiva, Alfonso continuó: 

—Sé que tú y padre habéis reflexionado a fondo. Pero para mí no ha cambiado nada, salvo el objetivo. Antes era Condolliero, ahora es el Reino Gallico. Todavía dependemos de otra nación para nuestra defensa nacional. Nosotros los Etruscos debemos ganar capacidad de defensa nacional independientemente.

—Pero Alfonso —argumentó Margarita—. Necesitamos conocimientos técnicos para conseguir un poder independiente.

Pero Alfonso ya se lo esperaba, y su rostro se iluminó, seguro de tener la respuesta.

—Obtuve el informe de resultados de mis fuentes en San Carlo. Les ordené de antemano que me entregaran la información que buscaba.

Alfonso sacó de su pecho un pergamino y se lo entregó a su Madre. El informe estaba minuciosamente detallado. La Reina Margarita sacó sus gafas de lectura para leer el informe, y el Príncipe se puso a su lado y le explicó los detalles.

—Si el Reino de Gallico puede aplicar ingeniería inversa* a la proporción de mezcla de la potencia de las armas, será la clave de todos nuestros problemas. Pero los limitados conocimientos técnicos de nuestra nación nos impiden realizar la ingeniería inversa. Por lo tanto, debemos invitar a un alquimista del Imperio Moro para invertir en el desarrollo de la investigación química para el crecimiento a largo plazo.

N/T Ingeniería inversa: La ingeniería inversa ejecuta cálculos y pruebas sobre el objeto terminado para identificar sus composiciones y materias primas cuando el plano original ya no está disponible.
En muchos casos en la sociedad moderna, la ingeniería inversa está prohibida según las disposiciones de los acuerdos de suministro en el caso de que una patente no pueda proteger completamente el objeto. Sin embargo, el caso difiere para cada grupo industrial.

La Reina hojeó las páginas.

—El plazo de esta cesión a largo plazo es de al menos 20 años. Nuestra escasez técnica nos impide empezar inmediatamente. Pero si necesitamos un técnico moro para hacerlo, podemos utilizar la fórmula de la proporción de la mezcla de pólvora hecha en el Imperio Moro. Así es como Gallico comenzó el proyecto, y aparte de la pólvora utilizada en la guerra de asedio, la opinión pública es que la tecnología de la pólvora del Imperio Moro es superior a la de Gallico —Alfonso señaló una sección del informe—. Y mis subordinados me dijeron que la pólvora fabricada en Imperio Moro puede adquirirse en el mercado negro, si la cantidad es pequeña, claro.

Alfonso esperó pacientemente junto a su madre mientras ella leía todo el informe. Entonces, la miró con ojos desesperados y le suplicó: 

—Madre, por favor. Por favor, anímame.

La reina Margarita frunció las cejas al mirar a su hijo y le dijo: 

—Alfonso, veo que has reflexionado mucho. Pero aunque todas las partes de tu investigación sean ciertas, llevará demasiado tiempo.

La reina Margarita se quitó las gafas de leer y las puso en la mesilla de noche. Esto significaba que quería dejar el tema. 

—No hablaré más de asuntos prácticos. Lo militar es un libro cerrado para mí, y es justo que un experto se ocupe de ese campo. Sólo diré lo que sé. Tener el heredero al trono es más complicado de lo que crees. Incluso si eres el único sucesor legítimo al trono, se interpondrán muchos obstáculos.

Aunque el príncipe Alfonso era el único hijo legítimo de León III, el rey era un hombre muy voluble y siempre tenía ideas propias muy peculiares. La reina Margarita sabía que si Alfonso se ponía en el lado malo de León III, su marido haría cosas prohibidas en el loable mundo jesuítico. Era el tipo de hombre que pondría a Césare en el registro familiar y lo convertiría en el legítimo hijo mayor si no estaba contento con Alfonso.

La mejor estrategia que se le ocurrió a la reina Margarita fue que Alfonso intentara mantenerse alejado de los problemas en la medida de lo posible y se hiciera con la herencia al trono después de que su padre muriera de forma natural.

—Hijo, me gustaría que sucedieras al trono de forma segura. Sacar a relucir tus ideas sobre la defensa nacional y asuntos que van en contra de tu padre no es buena idea.

Alfonso miró a su madre con ojos suplicantes. 

—Madre, éste no es el camino largo y espinoso, sino el único recto—, insistió. —El matrimonio diplomático con el Reino de Gallico no es un atajo. Ni siquiera es lo correcto. Incluso sin Ariadne, es un camino que el Reino Etrusco nunca debería tomar.

La reina Margarita miró a su hijo con una sonrisa lastimera. Dudó momentáneamente, meditando si hablar o no, pero finalmente susurró: 

—Pero, hijo, quiero tu gloria y tu seguridad más que la prosperidad del Reino Etrusco.

Normalmente, Alfonso se habría escandalizado ante las palabras blasfemas de su madre contra la nación. Pero hoy, el Príncipe no pestañeó y siguió expresando sus intenciones delante de su Madre. Y tenía cosas más importantes que decir.

—Madre —continuó Alfonso—. Si tengo que vivir con Lariessa toda mi vida en lugar de con Ari, seré infeliz para siempre. Si de verdad quieres mi felicidad, por favor, apóyame.
—Alfonso, puedes estar con ella aunque no te cases. Es hija ilegítima del Cardenal, lo que le otorga un estatus considerablemente alto, pero eso no significa que no pueda ser amante de-.
—¡Madre! —interrumpió Alfonso, alzando la voz—. Desde que padre trajo a esa mujer a su vida, la alegría de tu vida se esfumó.

El príncipe Alfonso echó un vistazo al agua tibia de cidra que bebía su madre. La reina Margarita se había vuelto últimamente muy susceptible al frío. Ni siquiera soportaba el agua fría para beber.

—Hoy ha vuelto a dejarte para pasar tiempo con su amante, a pesar de que estás enferma.
—...
—No puedo hacerle eso a otra mujer, especialmente si es la mujer que amo.

'¿Acabo de decir eso en voz alta?' Aunque Alfonso dijo las palabras él mismo, se quedó un poco atónito de haberlas dicho en voz alta. Y esto no fue diferente para la reina Margarita, que todavía lo consideraba su hijo pequeño. Intercambiaron miradas de sorpresa. La Reina levantó su vaso de agua y bebió un sorbo. No era sólo porque tenía la garganta seca, necesitaba algo que la distrajera.

—Alfonso, nunca esperé esto. Por favor, dame algo de tiempo para pensar —sugirió la Reina como solución de compromiso—. Investigaré los asuntos basándome en el informe para confirmar si el que me mostraste es cierto. También veré si nuestras negociaciones con el Reino de Gallico van sobre ruedas o si las conclusiones afectan negativamente a nuestro Reino. Después de cotejar los asuntos relevantes, hablemos de nuevo.

»Y mientras tanto, será mejor que no le comentes esto a tu Padre —advirtió la Reina Margarita con preocupación—. Introducir la pólvora del Reino de Gallico es un asunto central con el que tu Padre está procediendo. Ir en contra de los planes de tu Padre como sucesor no es algo sabio.

La Reina Margarita pensó que una conversación de hombre a hombre sería mejor opción para Alfonso que señalar los errores de León III. Si el Príncipe decía que no se sentía atraído sexualmente por la Gran Ducal Lariessa, y pedía a su padre que se apiadara de él, podría funcionar. O una opción mucho mejor sería que Alfonso provocara la vanidad de su Padre diciendo que el Reino Etrusco era demasiado bueno y superior como para rogar a los paletos de Gallico que les proporcionaran armas estratégicas.

—Prométeme que no hablarás de esto con tu padre sin decírmelo antes. La Gran Duquesa Balloa no es una dama fácil, y las negociaciones se están retrasando por ello. Además, aunque las negociaciones lleguen a un consenso mañana, necesitamos la aprobación de la Santa Sede para firmar el acuerdo, lo que llevará al menos medio año.

Alfonso siempre fue un hijo obediente. Pero Margarita sentía que hoy su hijo estaba siendo terco como una mula.

—Un mes. Prométeme que me darás una respuesta en el plazo de un mes. —presionó Alfonso. Puedo esperar un mes, pero si no hay respuesta por tu parte, no me queda más remedio que buscar otro camino.

La reina Margarita dejó escapar un profundo suspiro y dijo: 

—Trato hecho.

* * *

La reina Margarita experimentó conflictos internos al darse cuenta de que su hijo ya no era un niño y se estaba convirtiendo en un adulto independiente. Por otro lado, Lucrecia expresaba cada obsesión y ansiedad que tenía en su interior sin pensarlo.

¡Golpe! ¡Golpe! ¡Golpe!

Pesados pasos subían desde el primer piso.

—¡Ippólito! ¡Mi querido hijo!

Y también resonó una alerta sonora.
Ippólito y Maletta yacían juntos en la cama, desnudos. La sangre se escurría de sus rostros.

—¿Es la señora Lucrecia?
—¡Rápido! Escóndete en el armario!

Ippólito salió corriendo de la cama a la velocidad del rayo, recogió apresuradamente la ropa arrugada y revuelta por la cama y se la puso.

¡Golpear!

—¡Mi querido hijo! ¡Buenos días!
—...

Pero Ippólito no se había vestido del todo, y la mayor parte de su piel desnuda estaba al descubierto. Con una mirada incómoda, se encontró con su madre en el umbral de la puerta.

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