SLR – Capítulo 101
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 101: El Regreso de los Villanos
¡Crujido!
Un fuerte crujido provenía de la puerta principal, atravesando la firme puerta de roble del área de descanso. Estaba entrando gente.
Ariadne y Alfonso intercambiaron miradas de sorpresa.
—¿Hay alguien en casa? —gritó un hombre. La voz se dirigía hacia el área de descanso.
—Tengo que irme. Creo que será mejor que tú también te vayas. —dijo Ariadne.
Alfonso asintió a su sugerencia. Una vez que se difundiera la noticia de que el Príncipe había llegado a San Carlo, causaría una gran sensación. Y sería aún peor cuando todo el mundo supiera que Su Alteza había venido a la mansión del Cardenal De Mare.
—¿No me digas que volverás directamente a Harenae?
El Príncipe había cabalgado durante tres días y tres noches en su viaje a San Carlo. Ariadne miró a Alfonso con ojos llenos de amor y preocupación. Le dolía pensar que se había tomado tantas molestias sólo por ella.
Pero Alfonso sonrió y la tranquilizó.
—No te preocupes. Iré a mi parte del Palacio Carlo, porque tengo trabajo que hacer... Pero tengo que volver a Harenae a más tardar la próxima mañana.
Con pesar abrazó a Ariadne en su seno y la soltó de mala gana.
—Ari, toda la corte volverá a San Carlo para celebrar la "Fiesta de la Primavera" a finales de marzo. Antes de eso, será difícil reunirnos. ¿Serás paciente y me esperarás?
Ariadne asintió con firmeza. Había pasado por un sinfín de problemas a lo largo de su vida. Esperar uno o dos meses a su amante no era nada comparado con sus retos anteriores. Mientras tuviera esperanza, ningún problema podría agobiarla.
—No te saltes las comidas —añadió él—. Comprobaré si has cumplido tu promesa.
Ariadne miró juguetonamente a Alfonso.
—¿Cómo vas a comprobar si tengo más carne en los huesos? —hizo un mohín, fulminó con la mirada a Alfonso y añadió medio en broma—: Oh, chico travieso.
—¿Qué? ¡No soy esa clase de persona!
Alfonso lo negó rotundamente, pero se sonrojó con una mirada ligeramente culpable un segundo después.
Ariadne estaba a punto de reírse un poco, pero se detuvo al oír los fuertes pasos procedentes del pasillo principal. Su rostro se puso rígido.
—Alfonso, ven aquí.
Ariadne tiró de la manga de Alfonso y lo llevó hasta la puerta trasera que daba al fregadero. El Príncipe se bajó la capucha.
Tan rápida como un aleteo, Ariadne condujo a Alfonso a uno de los almacenes conectados detrás del fregadero y sacó un manojo de llaves del bolsillo de su capa. Sólo la dueña de la casa podía tener las llaves.
Ariadne abrió la puerta del almacén para que Alfonso pudiera salir.
—La salida lleva al jardín trasero —explicó Ariadne—. Si caminas a lo largo del muro, llegarás a la puerta peatonal, pero siempre está abierta a estas horas.
Al terminar sus palabras, Ariadne se quedó un rato pensativa. Lo único que nunca cambiaba en el mundo era que el sol salía y se ponía todos los días. Aparte de eso, nada permanecía inalterable para siempre.
—Ahora que lo pienso, coge esta llave —Ariadne buscó a tientas en el llavero una llave mediana y se la entregó a Alfonso—. Si está cerrado, ábrelo con esta llave. Tengo una de repuesto, así que ésta es tuya.
Ariadne abrió la puerta del almacén e instó a Alfonso a salir.
—Vamos, ahora.
Alfonso se volvió para mirar a Ariadne con ojos melancólicos, arrepentido de irse. De repente se acercó a ella y la besó por última vez. Fue un beso corto, pero ambos sabían que no querían separarse.
Tras su breve beso, Alfonso abandonó al instante el almacén. Aturdida, Ariadne miró fijamente a su amante desde atrás y se tocó los labios.
'¡Idiota!'
Oyó que alguien abría con fuerza la puerta de la zona de descanso anexa al pasillo principal. Por un segundo, Ariadne pensó que Ippólito había vuelto y corrió al pasillo principal para saludar a los invitados.
—¿Puedo preguntar quiénes sois...
—¿Por qué tengo que identificarme? He venido aquí para ver descansar en paz a mi sobrino —espetó el desconocido—. ¿Quién es usted? ¿Y dónde está Lucrecia?
Definitivamente era un De Rossi. Lo que decía ya era de por sí grosero, pero su actitud ignorante y altanera se parecía a la de Zanobi y Lucrecia.
Ariadne le dijo quién era. Algo no le cuadraba al decirle su nombre, pero no tenía elección, ya que él era un invitado y ella la plañidera principal.
—Soy Ariadne De Mare, la segunda hija de Su Santidad el Cardenal De Mare. Mi madre no se encuentra bien y está descansando. ¿Le digo que tiene un invitado?
—¡Oh, tú eres esa chica!
En cuanto el hombre de mediana edad oyó presentarse a Ariadne, la escrutó de arriba abajo con actitud beligerante, en lugar de tratarla como a una noble dama. Era obvio lo que Lucrecia había hablado de Ariadne en sus cartas a los De Rossi. Pero el desconocido de mediana edad parecía tener otras razones para odiarla aún más.
—¡Así que tú eres esa moza atroz que hizo cargar con la culpa a nuestro pobre Zanobi! —le acusó—. ¡Bastarda inútil! Soy Stefano, el padre de Zanobi.
Ariadne estaba de mal humor y tenía muchas cosas que decir, pero era el día de suerte de Stefano De Rossi porque tenía varias razones para ser más generosa de lo habitual. Sobre todo, Ariadne no quería que su hermana pequeña oyera gritos e insultos antes de irse al cielo.
Alzó la voz y llamó a un sirviente.
—¿Hay alguien ahí?
El doméstico se apresuró sin aliento a su lado. Se suponía que debía atender a los invitados al otro lado del pasillo, pero debió descuidar sus obligaciones. Como la casa estaba alborotada, el jinete, no, el jefe de guardia de la mansión, corrió a la habitación.
—Lleva al invitado al salón del primer piso y avisa a Madame Lucrecia de la visita de su hermano.
—Sí, Señora.
El domestico pretendía guiar a Stefano al salón, pero éste se negó obstinadamente a moverse un ápice y gritó a Ariadne.
—¡Tú! ¡Has arruinado el brillante futuro de mi hijo! No es el tipo de chico que hace algo así.
Ariadne no quiso pelear. Giró la cabeza hacia otro lado y se dispuso a entrar. Pero el hombre empezó a gritar a pleno pulmón.
—¡¿Me ignoras, jovencita?! Así que, Lady De Mare, ¡supongo que eres demasiado buena para recibir a los invitados de la familia De Rossi con hospitalidad!
—Tío Stefano.
Cuando Ariadne le llamó tío, su enfado pareció calmarse un poco. '¿Me muestra respeto como una persona mayor?'
—Estamos aquí para expresar nuestras condolencias al difunto —continuó Ariadne—, ¿Qué tal si hablamos de esto más tarde? Sólo por hoy, recemos por la dicha del alma de la pobre Arabella.
A pesar de la petición de Ariadne al funeral, Stefano De Rossi nunca estaba satisfecho y quería más y más. Con razón era el padre de Zanobi. Esta vez, odiaba su actitud desobediente.
—¡No use eses ese tono conmigo, señorita! ¿Nadie te enseñó modales en esta casa? No puedo soportarlo más. Tráeme un garrote. Te voy a sacar esa actitud atroz a golpes y haré justicia con Zanobi.
Guiseppe y el doméstico pensaron que Stefano estaba bromeando cuando exigió que le trajeran el garrote. Pero no podían hacer nada sin la orden de Ariadne aunque fuera pariente de la familia De Mare.
Ariadne miró a Stefano con ojos fríos.
—Tío Stefano, la persona que confirmó que Zanobi De Rossi era culpable de atacar a su joven primo, fue Su Majestad el Rey León III en persona. Digo esto porque me preocupo por ti. Si le dices a otros que Zanobi fue acusado falsamente, podrían llevarte por desacato criminal contra el Rey de Etrusco. Realmente desearía que no dijeras eso.
Ariadne mencionó que estaba preocupada por su tío y no mintió del todo.
—¡Pequeña...!
Pero los hombres mayores de estatus inferior rara vez reconocían las sinceras palabras de sabiduría de Ariadne. Stefano estaba furioso y rápidamente se acercó a ella con pasos amenazadores. Pero Guiseppe, que era mucho más grande que él, se interpuso en su camino.
—Será mejor que se lo piense mejor —le advirtió Guiseppe con tono amenazador—. Si quieres que le traten como a un invitado, compórtese como tal.
La cara de Stefano se puso roja de vergüenza al verse detenido por un poderoso joven de unos veinte años. Se había mostrado tan seguro y orgulloso delante de Ariadne, pero al instante se volvió impotente ante Guiseppe, intimidado por su corpulencia.
—Guíale al salón.
Ariadne chasqueó la lengua al ver que Stefano se volvía de repente manso como un conejito. Se dio la vuelta y dejó atrás a aquel imbécil. Planeaba llevarse pronto a Lucrecia. Una vez que se hubiera ido, los De Rossi no volverían a poner un pie en la mansión De Mare.
* * *
Otro imbécil llegó a la casa poco después. Aunque el tipo no era un De Rossi, tenía una fuerte relación de sangre con los De Rossi e incluso tuvo las agallas de venir más tarde que Stefano.
El imbécil era Ippólito. Se suponía que Ippólito era el principal doliente, pero llegó a la mansión De Mare a última hora de la tarde del día 13, justo un día antes de que el cortejo fúnebre abandonara la casa y se celebrara la misa conmemorativa. Era peor que un invitado.
Y ni siquiera saludó, haciendo que su amante notificara su regreso en su lugar.
—¿Hay alguien en casa? —preguntó Maletta con confianza.
Al entrar por la puerta principal llevaba puesto un "vestido fúnebre" negro. Aunque el pesado vestido de invierno de satén era negro, todo lo demás en él era totalmente inapropiado para llevarlo en el funeral, especialmente cuando ella, una criada, tenía que expresar sus condolencias a su superior.
El deslumbrante y brillante vestido negro era demasiado lujoso para ser un vestido de luto, y el escote era ridículamente bajo, con una red negra que dejaba ver casi por completo su piel. Por si fuera poco, Maletta llevaba un collar de perlas en el que se veían hileras de perlas que parecían medir unos dos piedi (aproximadamente 218 pulgadas) de largo.
Todos los presentes en el primer piso aquella tarde se quedaron mirando el atuendo de Maletta.
—¡Madre! ¡Estoy en casa!
Para colmo, Ippólito siguió descaradamente a la criada. Llevaba una sobrepelliz que era algo entre negro y mora y encima un extravagante abrigo de piel de musaraña almizclera blanca.
N/T sobrepelliz: Prenda larga y amplia, de tela blanca y fina y con las mangas muy anchas que lleva sobre la sotana el sacerdote, y a veces otras personas que ayudan en las funciones de la Iglesia.
Lucrecia solía mimar terriblemente a su hijo, pero incluso ella tenía el ceño fruncido ante la aparición de su hijo.
Lucrecia miró rápidamente a su alrededor y regañó a su hijo.
—¡¿Estás loco?! ¿A qué viene esa ropa? Quítate ese abrigo blanco de piel ahora mismo.
Afortunadamente, los únicos presentes en el pasillo principal del primer piso eran Lucrecia y Stefano. Era la hora de que los criados cambiaran de servicio, el Cardenal De Mare se había ido a su recámara, diciendo que le dolía la cabeza, y Ariadne había salido para preparar el banquete de mañana después de la misa conmemorativa para toda la familia y parientes.
La reprimenda de Lucrecia no cesó.
—¡Deberías haber venido cuanto antes! Tu hermana ha muerto. Si eres el hijo mayor y el hermano mayor, ¡deberías comportarte como tal!
Stefano chasqueó la lengua con simpatía a su lado y regañó a Lucrecia.
—Lucrecia, hiciste un pésimo trabajo criando a tus hijos. No les importan nada los demás. ¿Es porque su '—' es diferente?
N/T: antes de que pregunten no es error de traducción viene así '—' en el raw también.
La cara de Lucrecia se puso roja como un tomate. Pateó a Stefano en la espinilla con su zapato puntiagudo.
—¡Ay!
Stefano se enfadó porque su hermana le había dado una patada y dijo.
—¿Qué? ¡Sólo decía la verdad!
—¡Cállate! —espetó Lucrecia.
Lucrecia escudriñó el perímetro. Por suerte, Ippólito y Maletta no parecían haber oído lo que dijo, ya que se estaban quitando la ropa exterior tras escapar del gélido frío del exterior. A Ippólito le molestaba que no hubiera nadie para servirle.
—¿Dónde está el domestico? ¡Niccolo! ¡Niccolo! —soltó, irritado.
La primera persona que Maletta encontró en la casa fue su enemiga natural, Lucrecia. Sorprendida, se escondió tras la espalda de Ippólito.
Al ver que los dos estaban ocupados con otras cosas, Lucrecia apretó los dientes y advirtió a su hermano en voz baja.
—¡Stefano! Será mejor que cuides tu bocaza mientras estés aquí. Deberías darme las gracias, no perjudicarme. Sin mí, la familia De Rossi se quedaría sin un céntimo.
—Ya no. No tienes un centavo en estos días. —se burló Stefano.
—¡Baja la voz! —Lucrecia miró de reojo a su hijo y a aquella doncella descarada. Luego miró a su hermano con ojos asesinos—. Si no mantienes la boca cerrada, eres hombre muerto.
Stefano vio que lo decía en serio. Levantó las manos para rendirse.
Lucrecia pensó que el caso estaba resuelto y decidió presionar a su hijo.
—Sube a tu habitación y cámbiate de ropa. Después, ve a ver a tu padre y dile que has vuelto sano y salvo. —le instó.
—De acuerdo, madre. No hace falta que me comas la cabeza. ¿No te alegras de verme?
Lucrecia suspiró aliviada al ver a su hijo refunfuñando mientras subía las escaleras. Estaba claro que no se habían enterado de nada.
Pero en contraste con la creencia de Lucrecia, Maletta estaba ocupada pensando en lo que había oído mientras seguía a Ippólito con la cabeza agachada.
'¿Qué quería decir con eso de ser diferente? ¿Qué acababa de oír?'
que será lo que significa '-' tal vez se refiera a que ellos no tienen clases y por eso su poca participación en la alta sociedad ya que no conocen la etiqueta social , quiero imaginar , muchas gracias por la traducción
ResponderBorrarMás pronto de lo que imaginas nos enteraremos del chisme completo. Jajaja esa familia ni clase ni modales nada tienen.
BorrarSospecho que Ippólito no es hijo del Cardenal de Mare
ResponderBorrarAmo esta novela, espero ansiosa los capítulos, gracias por estar subiendo la 👑👑
ResponderBorrarSeguramente se refiere a que Hippolito no es hijo del Cardenal...
ResponderBorrarMucha M... los De Rossy ni respetan un funeral. Que les vaya bien mal y el karma se los lleve.
ResponderBorrarDiferentes padres?, Porque presiento quebla única Descendencia Demare proveniente de lucrecia va a estar muy pronto tres metros bajo tierra?
ResponderBorrarGracias por tu hermoso trabajo. No sabes cuanto me alegra saber que hay actualización c':
ResponderBorrarPor otro lado, qué fastidio de familia...
Estuvo tan bueno que se me hizo corto 🥺
ResponderBorrarCuando actualizas el siguiente? 🤭🤭
Gracias por la traducción 💗
ResponderBorrarGracias de nuevo señorita :). Yo realmente espero que el principe y Ariadne sean felices y tengan su familia, una hija con el nombre de Arabella seria lindo :,)
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