Oí que se abría la puerta principal mientras cocinaba curry para la cena. Un minuto después, papá asomó la cabeza en la cocina.

—El curry habitual de los miércoles por la noche. —le dije—. Por cierto, papá, ahora estoy saliendo con alguien. Pensé que debía decírtelo.

—¿Qué? —dijo papá, abriendo mucho los ojos ante mi obediente anuncio. A sugerencia de mi hermana, todos habíamos acordado contarnos las cosas importantes cuando ocurrieran.

—Sales con alguien... ¿Te refieres a una novia?

—Supongo que salir con un chico es una posibilidad, pero sí, una novia.

—No me refería a eso. Es decir, lo es, pero... es tan repentino. —dijo papá, sentándose a la mesa todavía con su ropa de trabajo. Siempre le pido que ponga la ropa de trabajo en la lavandería cuando llega a casa, pero no puede quitarse la costumbre. Teniendo en cuenta que es él quien paga las facturas, no le insisto demasiado.

—Así que has llegado a esa edad. —murmura emocionado.

—No es que vaya a cambiar nada. Sólo quería decírtelo. —le contesté.

El día anterior, después de decidir que íbamos a salir, Hino y yo nos habíamos sentado a hablar durante un buen rato.

—¿Te importa si te hago algunas preguntas? —inquirió.

Sacudí la cabeza para indicarle que no había problema. Sacó su teléfono para tomar notas y empezó a entrevistarme.

—¿Cuándo es tu cumpleaños?

—El veinticinco de febrero.

—Entendido, veinticinco de febrero. Es el cumpleaños de Renoir.

—No tenía ni idea. ¿De verdad?

—Sí. ¿Puedo preguntarte por tu familia?

—Vivo con mi padre, los dos solos.

—Ya veo.

—¿Por qué parece que acabas de descubrir algo?

—Porque parece que tienes las cosas claras para alguien de nuestra edad.

—¿Eso parece? Cuando estaba en mi último año de secundaria, llegué a la escuela con una banda elástica alrededor de la muñeca, y después de eso todo el mundo empezó a llamarme mamá.

—Me encanta. Un chico de secundaria cuyo apodo es mamá

—¿Lo estás escribiendo?

—Sí. ¿Grupo sanguíneo?

—AB.

—Tiene sentido.

—¿Y? ¿Y tú?

—...AB.

—Tiene sentido.

—Te estás burlando de mí.

—No me burlo. ¿Alguna pregunta más?

¿A quién respetas?

—... Keiko Nishikawa.

—Lo siento, ¿pero quién es?

—Una autora friki de ficción literaria.

—¿Qué te gusta de ella?

—Es muy higiénica.

—... ¿Higiénica? ¿Quieres decir limpia?

—Puedes fingir ser limpio, pero no creo que puedas fingir ser higiénico.

—Eres un tipo interesante.

Me hizo un montón de preguntas más, sobre mis aficiones, los famosos que me gustan, películas, lugares, si me gustan los gatos o los perros, qué hago en mis días libres, mis comidas favoritas, etcétera, etcétera.

Le hice algunas de las mismas preguntas y me contestó a la mayoría. Al parecer, le gustan los perros, los parques, y le vuelven loca los dulces. Parecía la típica chica.

Aún era de día, pero ya se veía la luna. Por alguna razón, dijo: "Hagamos algo que haría la gente que está saliendo.”

Según ella, eso sería hacernos un selfie. Salió graciosa. Sobre el fondo naranja del aula, ella hacía alegremente el signo de la paz mientras yo ponía una cara incómoda y avergonzada.

Le dije que tenía un teléfono plegable e intercambiamos números. Me envió la foto y me sugirió que la usara para mi pantalla de inicio, pero era más de lo que podía soportar. Después fuimos juntos a la estación, ya que ambos viajamos en tren. Ella correteaba persiguiendo su propia sombra.

Descubrimos que cogíamos la misma línea de tren y, además, en la misma dirección. Yo lo cogía en tres paradas y ella en cuatro. Decidimos coger juntos el tren después del colegio siempre que fuera posible.

No estuvimos mucho tiempo en el tren, pero hablar mientras estaba sentado a su lado me produjo una especie de sensación de inquietud indescriptible.

No entré en muchos detalles con mi padre y me limité a contarle la historia básica durante la cena. Como Hino me había pedido que mantuviera en secreto que no estábamos saliendo de verdad, me lo guardé para mí.

Cuando terminó el curry y el arroz, papá se sentó delante de su plato vacío y cerró los ojos. Hizo un ruido ininteligible de agradecimiento, luego se levantó bruscamente y se fue a su habitación, que está al lado del salón.

Nuestra casa no es muy grande, pero papá se las había arreglado para hacer espacio suficiente para un sencillo altar familiar. Se sentó frente a él y empezó a hablar con mamá.

—Tooru ahora tiene novia. Estaba preocupada por él porque nunca hablaba de chicas, así que esto es un alivio.

—Por favor, papá, ¿podrías dejar de decirle cosas raras a mamá? —le supliqué.

—No son cosas raras. Creo que el hecho de que tengas novia es algo que debería contarle a tu madre. Si Sanae estuviera aquí, seguro que... Bueno…

Dejó escapar el nombre de mi hermana, pero en cuanto lo dijo, pareció perdido. Creo que se siente culpable. No lo dice, pero sé que cree que ella se fue porque se avergonzaba de él.

—Deja de balbucear y ayúdame a limpiar la cena por una vez, ¿quieres? —le dije.

—Ah, claro. Por supuesto.

Después de cenar, siempre hacemos nuestras cosas.

Terminé de fregar los platos y estaba doblando la ropa y planchando pañuelos y uniformes cuando papá salió del baño. Tomé mi turno antes de que el agua se enfriara.

Mi hermana no se fue porque estaba disgustada con papá. Aunque normalmente lo compartimos todo, le había pasado algo que no podía contarle. Por eso se fue.

Terminé de ducharme y me metí en la bañera. Es demasiado pequeña para estirar las piernas, pero era un lugar donde podía aliviar toda mi tensión.

Ese día habían pasado muchas cosas. El día siguiente probablemente sería igual.

Solía pensar que nunca me sorprendería a mí mismo. Sin embargo, justo el día anterior, había respondido que sí a la proposición de Hino. Nunca pensé que podría hacer algo así... Me pregunté qué diría Sanae si le dijera que estaba saliendo con alguien. Sonreí irónicamente al pensarlo y salí del baño. Después de secarme, me puse los calzoncillos. Me miré en el espejo.

Allí estaba yo, un poco demacrado, nervioso como siempre.

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